OPINIÓN / Izquierda: ¡Nadie la junta!


La izquierda del Risaralda no ha sido esquiva a la polarización. Los distintos matices y formas de pensar el gobierno y la sociedad los ha llevado a una práctica de exterminio directa: la izquierda Vs la izquierda. En medio de una brutal antropofagia, no han sabido articular la ideología por intermedio de la misma política. 

No han sabido llegar a la comunidad con un discurso diferente y menos pasional del antigobierno, de la hambruna, de imperios globales  y de apegos a izquierdas trasnochadas del Continente que no evolucionan. No van por las libertades y los derechos del ciudadano. Por un bienestar colectivo de sectores huérfanos de salario y sin poder adquisitivo.


Hay sectores recalcitrantes, de un canibalismo erguido y de actitudes censurables a la hora de rechazar la violencia. Ellos mismos son excluyentes y de un sectarismo arropado en sus brechas conceptuales. Parecen metidos en una capsula sin reflexión alguna. Izquierda y violencia no riman.

La izquierda ha sido ciclotímica. De picos.  Sus grandes actores han caído derrotados por las balas,  por los votos y porque con el poder, han cerrado de manera grosera espacios ,hasta llevarlos a confundirlos con corrupción ( el caso Moreno y sus bam –bam, es apenas un ejemplo) y por el divisionismo.

Nadie junta la izquierda, parece ser la consigna fatigada de muchas luchas.

Partido Comunista de Colombia,  esa Alianza Nacional Popular –ANAPO- delirante, untado de M-19 y de dirigentes influyentes, La Unión de Oposición- UNO-;  el MOIR que recorre escenarios desdibujados de alianzas coyunturales hasta caer en el POLO, pero que controvierte con dialecto agresivo.

A una izquierda que la persigue como un fantasma, grupos guerrilleros. Abandonar de manera radical ese estigma oscuro y deslindar – al amparo de los nuevos tiempos – que por su cuerpo corre insurgencia camuflada.
A la izquierda le hace falta política. No caer en desvíos de mirar el pasado sino construir sobre sus ruinas humeantes y desgastadas. Que hoy no tiene respuesta para un discurso que lo aparte de más de lo mismo. Que dejó ser alternativa cierta de una oposición creíble y real porque se alejó de la masa.

El país político no se gana la confianza de esta izquierda que se esfuma en muchos escenarios posibles de su reunificación. La izquierda tiene fatiga en asumir un liderazgo nacional y poco cree – en mucha de su dirigencia- que el poder se conquista en las urnas. A ella le acomodan el fracaso histórico de los diálogos como un fardo electoral.

A ellos, se debe agregar el Progresismo ( Petrosismo, inspirado por el hoy  alcalde de Bogotá) , el revuelo y los amagues de Los Garzones ( Lucho y el vicepresidente) una ala liberal que no se despega por reconquistar de manera urgente la parte social extraviada- de este histórico partido- con pésimos gobiernos de su cuño.  Mafiosos y comprados.

Nadie sabe que puede pasar hoy entre la desconfianza de sus dirigentes y los vacíos explosivos de quienes ven con preocupación el afán por   deslegitimar lo que hay. Del fracaso total. En Pereira y Risaralda, hay una izquierda que no conmueve, que no trabaja, apegada a pequeños resortes y descuidando lo que antes eran sus fuentes de redes urbanas. Derrotada en las urnas.

No es un secreto que con la irrupción de Marcha Patriótica, Colombia asiste a nuevas salidas de una izquierda que se aparta de caminos confusos, del pantano en que se metió por la voracidad de unos pocos dirigentes.

Una izquierda que no se corrige sino que da pasos al vacío. Que se divide para buscar oxigeno electoral y colocarse un nuevo traje. Con el consentimiento de grupos residuales y de un liberalismo que ve en este esfuerzo una opción hacia las elecciones del 2014. La izquierda, Carlos Gaviria, Petro, Constituyente, Navarro, han tenido ciclos electorales interesantes pero que hoy otros la sumen en un incendio que amaga con convertirla en cenizas sino se redireccionan.

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