Nuestra lectura del Evangelio de hoy aclara una verdad que muchos de nosotros no creemos completamente: Jesús no vino a condenar a nadie. Sin embargo, nos sentimos condenamos siempre que nos sentimos culpables por un pecado. ¿Por qué es eso?
Es porque somos más duros con nosotros mismos que con los demás. Viendo esto superficialmente, parece que eso es lo que debemos hacer. Para ser fáciles con nosotros mismos (por ejemplo: "Estoy bien, yo no estoy pecando realmente".) sería darnos permiso, lo cual está arraigado en el pecado del orgullo, ¿correcto? Sí, pero generalmente la razón por la cual las personas racionalizan que sus pecados realmente no son pecados es porque tienen miedo de sentirse condenados, que traduce a sentirse no amado, que se traduce como prueba de que son antipáticos.
¿No has podido perdonarte? ¿Estás tratando de encontrar tu felicidad en cómo otros te tratan porque no te siente feliz acerca de ti mismo? ¿Te sientes como que no recibes suficiente afirmación, pero cuando la recibes, te sientes avergonzado e indigno?
Estos son resultados típicos de fallar en comprender el significado completo de esta escritura. Son las consecuencias normales de creer que nosotros no somos suficiente buenos no importa lo que hagamos.
Cuando pecamos, la culpa confirma que merecemos ser condenados. Cuando cometemos inocentemente un error, esto también parece confirmar que merecemos ser condenados, y así que nos condenamos por haber cometido el error en lugar de tomarlo como sólo otra herramienta de aprendizaje. Y cada situación injusta, injusta y poco amable que nos sucede también, provoca este sentimiento de ser condenado.
La verdad es: Tú fuiste liberado de la condenación cuando aceptaste la idea de que Cristo sacrificó su vida en la cruz por TI.
Cuando pecamos, somos culpables de hacer algo mal, y cuando nos arrepentimos, regresamos a la libertad obtenida por Cristo. Pero también a menudo la culpa llega a ser la vergüenza, que es la suposición falsa de que somos malos. La vergüenza continúa mucho tiempo después de que hemos sido perdonados. Jesús NO nos condena, pero la vergüenza sí. La vergüenza no nos librará de la culpa, no nos permitirá disfrutar del perdón de Dios, y no nos deja perdonarnos.
La culpa nos dice la verdad acerca de nosotros mismos y nos invita a crecer de ello; la vergüenza nos miente y paraliza nuestro crecimiento.
La verdad es: No debe haber vergüenza en reconocer tu maldad, porque enfrentarla te libera para llegar a ser quién eres realmente. ¿Quién eres realmente? ¡Gracias a tu bautismo y la presencia del Espíritu Santo de Cristo dentro de ti, eres bendito!
Lo bueno que hacemos, es el ministerio terrenal de Cristo mientras sirve al mundo actual por medio de nosotros. Como cristianos arrepentidos, nosotros vivimos en su luz y nuestras obras SON vistas como hechas en Dios. Por lo tanto, Dios se deleita contigo. No permitas que la vergüenza esconda esta verdad.
Reflexión de Las Buenas Nuevas
Miércoles de la Segunda Semana de Pascua
10 de Abril, 2013
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html
Que este medio digital se abra a la doctrina de Cristo, nos muestra que Dios esta actuando y empleando para beneficio de su ministerio, la tecnología de este mundo, para hacer llegar su mensaje a creyente y no creyentes.
ResponderEliminarBendiciones.
Silvio