OPINIÓN / La guerra de las encuestas y de la credibilidad


El país electoral pasa por el filtro de las encuestas.

No está tarde el día que se sancione a quienes manipulan resultados para producir hechos políticos e impulsan tendencias hacia el ganador ficticio.

No es extraño ver caer resultados – como un baloto electoral – donde se asalta la buena fe de las audiencias para provocar hechos contrarios.

Interpretando, deja al ciudadano en un pantano, Montado en una balanza del desequlibrio.

El análisis no es justo. Diversos resultados que provocan no la fotografía del momento sino que no mide la realidad. Pasa por un lado. En vez de claridad, confusión y sospecha.

Lo grave es que hay hechos en reserva que no son expuestos sobre el acomodo de preguntas que son registros pasados  con velocidad y se deja al destajo otras que son próximas a la realidad del instante mismo de la encuesta.

En la última semana y por el afán de publicar, se dejaron preguntas claves sobre el momento político último. Hay resultados abismales de parte y parte.

Sería bueno  cotejar resultados y hacer el ejercicio reconstructivo de quien engaña a quien y la veracidad de las encuestas que se venden a las campañas o empresas de comunicación.

En vez de entregar pistas, se producen dudas. Se genera desconfianza  a la hora de revisar  si existen decisiones políticas que mueva la aguja, el barómetro electoral.

La tendencia aquí las pulverizan las encuestas con efectos contrarios. La curva creciente en los resultados en vez de aclarar deja en entredicho los resultados pese a existir curvas ascendentes y de estancamiento.

Hay que ver hechos concretos con los aplicativos regionales de la publicidad donde errores del pasado son desnudados para capturar con hechos ciertos, clientela.

Una esfera pública del voto ahogado por grandes inversiones publicitarias que reclaman del ciudadano una forma directa de pedir el voto. Ya no desde la solución centralista sino del amarre brotado de lo local. Existe un traslado del mensaje electoral de la maquinaria, una movilización que sacuda el estatismo de la primera vuelta.

 Pulverizar una reconfiguración política donde hubo resultados esquivos en las regiones para mover la artillería pesada. Viene el voto útil. De nuevo el país polarizado y la necesidad de derrotar el voto en blanco y el abstencionismo.

Desestimo que haya en este proceso electoral para escogencia de Presidente, voto cerrado o estrecho, en boca de urna. El que gane tendrá techo alto y los suficientes votos para que las distancias no den lugar a reparos,

Se  silencian las encuestas pero se pasa fácil al mediático de las redes  donde  la defensiva, es un arma que lesiona.

Insisto: el ejercicio de confrontar resultados con las firmas encuestadoras debe ser un paradigma nuevo de jugar legal en los procesos electorales. De pedir que haya una reglamentación y no mueva, induzca, precipite intención del sufragio en   el comportamiento electoral.

Lo estadístico es un ejercicio científico pero no puede ser una trampa eterna al elector.

Esos mismos medios de comunicación – igual los dueños de las encuestadoras -  deben responder por los resultados y el análisis posterior de lo contratado. Colombia merece verdad y reparación en lo político. El nivel de confianza de cada resultado, tampoco puede ser, mucho menos, la creciente duda.

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