OPINIÓN / ¿Para dónde va Caracol Pereira?


Cada vez se parece mas a un barco sin timonel.

Hoy “cuñan” al alcalde, mañana al Parlamentario, pasado mañana al gerente  y después controvierten con el dirigente político como si nada. Los gremios son iguales.

En Caracol no escuchan el pulso ciudadano. Lo oyen palpitar pero no leen el electrocardiograma, la foto del momento.

Lo peor es que las noticias “malas” parecen no saciar la sed de ciudad que se escurre ante hechos buenos que surten el imperio informativo de la capital. El país se parece mucho a un noticiero nacional: somos descaradamente centralistas. Al paso que las franjas informativas locales son residuos en los espacios estelares sin agenda propia. Historias perdidas en los repliegues de micro informativos repetidos con doloroso ruido. Lo público no corresponde a la esfera. Apenas, somos pedazo de papel con letras y sin audio.

Oxigeno, la otra franja,  vio desaparecer lo informativo - local donde las voces ciudadanas se esparcían como la caricatura propia de una ciudad vaporosa. Menos ciudad en los micrófonos por la angurria  estelar del mercado. La rentabilidad se parece mucho a lo que acontece con el fútbol: el Pereira no es negocio pese a que se esconde un doloroso drama que en el pasado hizo grande a Caracol Pereira.

Las campañas, los destinos con rutas menos planas, el concierto de voces, la pluralidad, la presencia nacional,  la necesitamos hoy. No el protagonismo de los micrófonos sino el hecho como realidad histórica, como acontecimiento. La ciudad como fuente inagotable de la verdad. No como una vanidoteca impuesta. 

Cada vez más elitista. Las audiencias tienen otros contextos y más información externa. A ello, agregar- que corre una ciudad anónima donde no se distingue quien es quien. Da lo mismo sin reato. 

Pero no por los propios periodistas, que son jóvenes, sino porque pareciese  existe un poderoso filtro sobre quien sale y quien no. Una emisora indescifrable, que no distingue.

Extrañamos a Caracol grande en Noticias. En ser guía de ciudad, la que no se matricula y señala norte. No la que juega con muchos compromisos bajo la ruana de la premisa noticiosa. 

Añoro Caracol la que prendía radios y era un Pereira en sintonía, la de la parabólica, la  de la gran compañía. No la fría y distante del oyente, no la que escucha al barrio, la que reduce la sinfonía ciudadana, la que llega al montañero, al citadino, al ejecutivo, al empresario. La que entrega noticias de calidad sin cálculo o por simpatía estrujada por manos poderosas. La que fluye en las arterias de la urbe. 

Es tiempo de hacer un alto y corregir. Las audiencias no solo corresponden al dial de la desgastada AM o al amparo de bonitas voces de la FM. La gente quiere verdad. 

La internet ha logrado democratizar la asfixia en que está el oyente. La democratización de la información es una realidad. 

¿Se escucha más radio hoy? ¿Vale ser líder por sustracción de materia o bajo el impulso o el rótulo del pasado? En los tiempos de hoy, insisto, La historia no siempre juega a favor.

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