Da la impresión insana que los programas de gobierno inscritos ante las autoridades electorales, por los entonces candidatos a alcaldías y gobernaciones, son un saludo a la bandera, que no corresponde a un proyecto político sino a un embeleco o a un crucigrama por descifrar.
No entiende uno la ausencia de previsión para formular los planes de desarrollo y asustar al electorado con gobiernos parados, al anteponer temor por ocultar políticas públicas sectoriales y poblacionales ya identificadas y que deben estar en marcha.
El promeserismo de campaña que se olvida fácil ante los acosos crecientes del poder, como remedo de un ciudadano que solo vota pero que hace seguimiento miope a esa visión corta de desarrollo de lo local, florece como maleza.
Nadie va a entender hoy, la desinformación creada por el gobierno nacional y los propios congresistas, en explicar què de manera real le corresponde a los Municipios. Alguien miente y juega con cifras en el poderoso centralismo.
O, que decir, de las ollas raspadas y otras robadas con presupuestos que agonizaron en nóminas ociosas para crecer el clientelismo que tienen estas moribundas parcelas territoriales. La alacena està vacía.
Las alcaldías filtran – por intermedio de asesores adquiridos – el “diga esto, haga esto” como un fusible que se quema ante las comunidades y ante una falta de autonomía en que se sumergen cada vez más los Municipios. Estos, la mayoría, son inviables y están quebrados. Manicruzados ante el centralismo y la incertidumbre y que los hacen ineficientes en ese territorio a gobernar.
Hèroes del marchitamiento y la miseria.
Como proyectos fallidos, huecos, sin el color del voto popular sino en la aridez del contexto nacional. La gestión pública tiene déficit y parece de ponchera. Ha debilitado, lesionado de manera grave, la capacidad institucional.
Son gobiernos que apenas acomodan sus gabinetes mientras no se sacuden de nefastas herencias que acumulan demandas crecientes.
El gobierno Santos brinca ante alcaldes y gobernadores, capoteando la soledad y la horfandad de poder en estas administraciones con las manos atadas y con categorías que no merecen. Sin compromiso cierto. Con un discurso que lo muestra falto de ejecución y espumoso y que cada vez le reduce credibilidad en su mediático concierto de cifras y anuncios para maquillar el momento, la hora presente y el desconcierto de alcaldes y gobernaciones, para que todo siga igual. Que nada resuelve.
Mientras esto pasa, el desempleo se multiplica, la recesión inunda las calles, las condiciones para incrustar nuevas empresas no aparecen, la gasolina surte bolsillos foráneos y engorda el malestar, los locales son evacuados de noche por las deudas que asfixian, la competitividad es un discurso surtido de acuerdo con el momento.
Es una lástima, pero los alcaldes del Risaralda están maniatados a la silla del poder. Es la hora que baje el supermán financiero (Ministro de Hacienda) y diga qué hacer con este espantoso centralismo.
Los congresistas tienen la palabra sino quieren ser víctimas y escuchan los ruidos que salen de los gobiernos locales, como una sinfonía inconclusa. La puerta del gobierno del Risaralda, està entreabierta.
Mucho debe hacer el médico Botero para emplearse a fondo y no ser un mandatario más que como presidente del gremio en Colombia, sigue viviendo silvestre en este trópico de lamentos.
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