El sector cafetero está abandonado. El gobierno no ha aplicado los correctivos oportunos para sacarlo del desplome. Es un sector enmalezado. Agobiado por la crisis que muchos quieren esconder.
A la buena de Dios. Hace parte del tinglado de quien lo sumerge por cuenta de la revaluación que ha permitido que hoy se esté importando café y a ello agréguele el fantasma de posibles detrimentos patrimoniales en el Fondo Nacional del Café, que rondan los 60 mil millones de pesos, de acuerdo con el senador Jorge Enrique Robledo.
No es la hora de la Federación. Lo acabamos de ver en un espeso debate en el Congreso, donde nunca hubo respuestas concretas de beneficio al pequeño cafetero. Un zar cafetero opaco: a la defensiva. Con cifras sin aterrizar en la realidad del montañero nuestro que requiere beneficios en la compra de fertilizantes, a la hora de los subsidios, que mas que tener una cédula cafetera, le señale caminos para una tasa preferencial de cambio y para salir del atolladero con buenos precios.
Pero ante todo que le permita comer, comprar abono para la tierrita y pagar las deudas y que quede algo para que su suerte no esté en la lapidaria frase: que más vale hoy un ataúd de segunda que el mito de rico que acompaña al empobrecido productor.
Cómo enfrentar los desafíos del mercado de libre competencia y reactivar la producción, son propuestas que no deben ser respondidas con agravios o desafiantes duelos. No. Tampoco pensar, que quienes lleven la contraria al libreto impuesto desde Bogotá, no pasan de ser “idiotas útiles” como lo señaló en Huila el zar cafetero.
Reconocer hoy la presencia demoledora y realista del Representante Conservador, Diego Alberto Naranjo, que pidió sin rodeos en el debate promovido por la Cámara de Representantes: “renovar – podar- antes que cafetales, a la dirigencia actual”.
Fue un valiente este economista radical, al enfrentar dicho imperio verde cargado de acólitos y áulicos extravagantes: sin temblarle la voz y pidiendo para los nuestros que hoy la contribución cafetera no tiene sentido. De paso la renuncia al otrora poderoso Señor del Café y “cantarle” sin rodeos la acción absurda de un Ministro de Agricultura que no parece doliente en este sepelio de la caficultura.
Es la hora del reconocimiento para el abogado apiano, Julio César Londoño, que lideró desde la Asamblea, una cruzada de dignidad por el rescate del productor cafetero, arruinado y envilecido. Él, sabe que desde muchos lados los intereses que se mueven han querido acorralarlo pero que no ha sucumbido al siniestro ejército que vocifera y aplaude los equívocos mayores de esta Federación de Cafeteros que cada vez es menos. Por las voces que desde los municipios han alzado los concejales y escasos directorios municipales que no aguantan el ruinoso estado de cosas que ronda al café.
A los diputados del Risaralda que al lado del Representante Naranjo y el diputado Londoño exigen “una política estable en los precios de sustentación de la carga del grano de 900 mil pesos, no más cargas tributarias, freno a la revaluación del peso frente al dólar”.
Lo de Manizales, con la movilización social sin precedentes, es un llamado a frenar la soberbia, la arrogancia de quienes creen que los cafeteros y voces discordantes vienen de “ineptos e incapaces”, que hay que mirar por “encima de los hombros”.
Ojalá escuchen esas voces que señalan que el “café fue paz, café es hambre, café fue riqueza, contribución cafetera es muerte, café es ruina”.
Es tiempo de frenar el vagón cafetero sin prosperidad alguna para salvar a los productores: ¡ojalá cambiando de maquinista!
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