Es otra joya de la corona. Tan pereirano como el rio Otún o la misma Aguas y Aguas. O para ir mas reciente que la Villa Olímpica en aquellos gloriosos convites donde se respiraba civismo. Amor por Pereira. Era la Villa de Cañarte para no clavarnos en un inmarcesible olor a terruño o en rasgos menos luctuosos de una ciudad
Dolor de ciudad contra puesto a poder y a hegemonías. El poder político no se mezclaba con atajo, o con la “ley del más vivo”. O, con trampas. Con “tenazas” políticas para repartirse la ciudad.
Pero no nos quedemos en la pista que parece una parcela o una cicatriz del negocio montado a lo largo de muchos años mientras muchos “aviones” levantan vuelo. O mientras reconocidas “corbatas” de muchas entidades y del propio Aeropuerto siguen, en que esto todavía representa “negocio”, licitaciones y contratos.
La Asociación de ingenieros también se ha hecho la mueca y la ciega.
Muchos gerentes han sido tontos y tontas llevadas allí como lamentables premios de consolación. El listado es mayor y con déficit para la ciudad. Es todavía una pequeña caja menor de dulces que se reparte con preocupante alegría.
De pocos años para acá fue un peligroso tira y encoge con un patrimonio público, de los que muy poco quedan y han estado en la subasta. En la franquicia o en la concesión. En el negocio.
Considero, fue un error histórico imperdonable no haber mirado nunca con seriedad para el Santa Ana en Cartago. Los alcaldes y las llamadas fuerzas vivas – ¡hoy no respiran! – dialogaban como compadres chismosos y sin pudor, mucho menos sin visión del escenario competitivo que es la aeronavegación.
El mismo dolor de ciudad que expresó – y eso es lo que queremos – el director ejecutivo de la Cámara de Comercio, Mauricio Vega. No queremos una ciudad dormida, sin contra crítica. Silenciosa o aguantadora.
Para que como ciertas “corbatas” que siguen estancadas en el Matecaña, no se vayan por el atajo…o por las más fácil de “comer callado”. De ver como siguen levantando vuelo “¡ciertos aviones!”
Mucho me temo – creo en John Jairo Velásquez y la doctora Yolanda Cerón – que para diciembre vamos a estar pidiendo tiempo para que los riesgos aeroportuarios no nos dejen al desnudo con las obras que se adelantan para una modernización urgente en la parte de adecuación de su infraestructura.
El alcalde, el doctor Enrique Vásquez, ha puesto monumental empeño para que las obras se realicen en el tiempo debido y en la parte arquitectónica el Matecaña- como lo dice un documento interno – “ no siga teniendo la apariencia de un edificio en estado de vetustez” y en su parte hidrosanitaria “exista una mezcla de técnicas, injertos y materiales en las instalaciones del edificio”. Para no hablar de su parte estructural o de construir ya sus franjas de seguridad y de ampliación de pista requeridas sin mayores plazos.
Obras postergadas, desde tiempo atrás, con la complicidad de muchos.
He de ver ya los llamados de atención de organismos internacionales aéreos, sobre lo peligroso que es volar a y desde Matecaña sino hay correcciones pedidas desde hace tiempo.
El Matecaña no puede ser el Aeropuertico sino el centro de negocios más relevante del Eje Cafetero, que sigue hoy teniendo dificultades diversas por sus restricciones en la operación y en la demanda de pasajeros.
Ojalá, a este se agregue una revisión a ciertos “corbatudos” personajes que no vuelan sino que duermen una peligrosa siesta en el interior del aérodromo local. Ojala se diera este remezón.
Los privados no hacen milagros: ¡el capital manda de contado!
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