La caficultura nuestra afrontó un histórico paro que marcará – sin lugar a dudas– un antes y un después.
El resquebrajamiento hará que en poco tiempo las medidas estructurales sean una ruptura en la Federación Nacional y en los Comités Departamentales.
Hubo una actitud arrogante, de no diálogo, que terminó catapultando el movimiento cafetero.
El génesis es fácil de desentrañar y no se pueda parar lo hecho “cafetal abajo”: en la Asamblea del Risaralda, ya nadie parece acordarse del caballo y Juan Pelao De Balde, cuando irrumpió en esa Corporación, pidiendo dignidad para el sector. Los de siempre salieron a protestar más por la forma que por el fondo: que era una burla al montañero ícono que nos representa como montaraces pero que en el fondo es el mismo sufrido y arruinado caficultor.
El hecho trascendió los límites y colocó sobre el escenario la gravedad de la ruina del productor. Para el entonces, el diputado Julio César Londoño con sobradas razones, demostró con creces la crisis del sector. Lo que nadie pudo ocultar pese a la actitud intransigente del gobierno.
Después un gerente sin fondo, se arrinconó el solo con sus salidas torpes en Marsella en la antesala de un encuentro del paisaje cultural cafetero donde volvió a ser imprudente. Igual, que ciertos integrantes del Comité en Risaralda.
Los alcaldes saben que no dijo nada y que el malestar brotaba.
Lo de Chinchiná fue un libreto donde la locomotora se convirtió en un estripado campero, con un pésimo conductor de dicha problemática: el Señor Presidente Santos.
Fue un trago amargo para el gobierno donde se pasó de las cobijas, ruanas y machetes a las tabletas digitales encantadas que entregó a los campesinos la Federación. El espejo deslumbró por minutos pero respuestas no hubo. Contradicciones al por mayor y una Federación que se desvanecía con el palabrerío de los Ministros de Agricultura y el de Hacienda.
El hecho trascendió los límites y colocó sobre el escenario la gravedad de la ruina del productor. Para el entonces, el diputado Julio César Londoño con sobradas razones, demostró con creces la anarquía del sector.
Lo otro es el inatajable paro donde el gobierno perdió. Igual que la Federación, herida de muerte. Es decir, ya debe estar renunciando su gerente quien prometió “colocar sus barbas en remojo”.
Conchita hubiese sido menos torpe. Juan Valdés, el del pulido bigote, no deja de ser pasilla con la delirante torpeza del gobierno y Federación, que desoyeron los ruidos de la caficultura.
Este café nuestro ya no es tan suave y el Profesor Yarumo, que se le olvidaron las cuentas, bien lo sabe, que las deudas cafeteras traerán un brutal cambio en su cultivo.
Ganaron Angelino Garzón y un puñado de diputados –entre ellos John Jairo Arias y Julio César Londoño- y perdieron un alcalde que se le olvidó que hace parte de la institucionalidad y no del incendio y uno que otro político con curul, que se olvidó de la problemática y “pasó de agache”..
De lejos, ganó el gobernador Botero porque leyó la historia a tiempo de un sector que va por el despeñadero sin palo de café que lo tranque.
Una lección para los cafeteros de corbata: no pueden seguir siendo !más tercos que mulas!
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