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Una preocupación ronda al alcalde de La Virginia, Nelson Palacio; el regreso del general invierno y con éste el corre corre en los albergues transitorios para garantizar la alimentación y la cobertura en salud para la población afectada; recursos exiguos que como siempre no alcanzan.
Afiliado a la Red de Periodismo Digital. Las inundaciones en el Municipio de La Virginia han sido el referente de generaciones enteras de virginianos que crecieron y se hicieron adultos huyéndole a las arremetidas de los ríos Cauca y Risaralda.
En El municipio de La Virginia, ubicado a 30 kilómetros de la capital de Pereira conectado a través de una vía asfaltada en buen estado que se recorre en aproximadamente 30 minutos en vehículo, es común ver a familias enteras que durante el invierno hacen andamios improvisados buscando evitar la pérdida sus muebles y demás pertenencias.
Y aunque no es Venecia, es usual, en temporada invernal alta ver balsas por vías periféricas del Municipio con ciudadanos que van a sus lugares de trabajo o de estudio cruzando el pueblo.
Quien lo creyera, en La Virginia- unos pocos se alegran ante la llegada del invierno porque así garantizan su comida y el techo por parte del Estado.
En el llamado Puerto Dulce de Colombia como es llamado, se presentan curiosos contrastes; mientras se escucha en las calles las sirenas de los bomberos y La Cruz Roja, ciudadanos indiferentes rumbean en las cantinas, discotecas y bares del parque como si nada; de espaldas a la realidad.
En el puesto de comando unificado que casi siempre es en la sede del Cuerpo de Bomberos se aglomeran decenas de ciudadanos de los barrios San Carlos, El Progreso y Alfonso López, que piden albergues a los funcionarios de la Alcaldía, Gobernación y Alcaldía que se turnan para atender a los afectados.
Esas son las imágenes y sucesos que se registran durante las crecidas de los ríos Cauca y Risaralda; situaciones para las cuales hoy por hoy no está preparado el Municipio de La Virginia, recalca el alcalde Nelson Palacio.
La historia de los jarillones y el dragado para detener la furia incontenible de los ríos Cauca y Risaralda que circundan a La Virginia tiene todos los capítulos de un guión que hasta ahora sigue siendo el mismo.
Diez años atrás, o tal vez más, se venía planteando el tema en las diferentes administraciones, pero fue en la de James Álzate Pérez que se logró centrar la atención del gobierno nacional. Álvaro Uribe Vélez, siendo presidente de Colombia vino a La Virginia se tomó la foto, pero la promesa de construir mil viviendas para ayudar a los virginianos jamás se materializó, sólo fueron buenas intenciones.
Demasiados tecnicismos y trámites que jamás dejaron que el proceso avanzara, diría en su momento el abogado James Álzate.
En la recta final de la Alcaldía de James Álzate, vino otro Presidente, Juan Manuel Santos; de nuevo la esperanza revivió entre los damnificados y el gobierno local.
Bosques La Milagrosa fue en su momento la propuesta del gobierno de turno para dar una solución al problema. Paralelamente Risaralda escuchó por primera vez el nombre de Miralindo, un predio administrado por La Dirección Nacional de Estupefacientes que podría ser otra solución para la construcción de vivienda. El lote ya tiene estudios preliminares de la Carder para llevar servicios públicos.
En el gobierno de Víctor Manuel Tamayo se dio la mano a los damnificados en alimentación, atención en salud y bienestar para los damnificados, pero la respuesta real de viviendas tampoco se cristalizó.
En la entrante administración seccional, la de Carlos Alberto Botero, Miralindo es uno de los temas prioritarios junto con Bosques de La Milagrosa, en donde se dio via libre por parte del Ministerio de Vivienda para la construcción de al menos 328 viviendas
Lo cierto es que en La Milagrosa y Miralindo, están puestos ahora los ojos de la comunidad risaraldense y también nacional para que La Virginia deje de ser un “dolor de cabeza” para todos.
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