Para los políticos, de medio y alto pelo, es una semana de penitencia al amparo de nuestra fe católica. Debería ser, por esencia y dignidad, la de la espiritualidad y la conversión.
Así como el Santo Padre pide perdón por los abusos sexuales, debe ser una semana de perdón por los daños hechos. Por los perjuicios causados a la sociedad por muchos de ellos que no interpretan el querer colectivo. Que se esconden en los privilegios y atacan el presupuesto. Son pirañas – muchos de ellos – encubiertos en el festín.
Hay que recordarle durante este Domingo de Ramos, que debemos batir las palmas para expulsar a quienes deshonran la política. Que pudren las virtudes de las ideas para santificar el delito sin interiorizar la fragilidad de quienes hacen sociedad civil. Política cero útil.
Debe ser el escarmiento para quienes elevan las voces como pastores de mala fe que desorientan al rebaño.
Sin convertir lazos de unidad para contrarrestar los contrapesos que surgen de la encrucijada del poder. Semana de arrepentimientos.
Sin aceptar el cambio radical sino que posan de víctimas como una preocupación postiza que soportan como una cruz. Que renuncian de manera fácil al poder ilustrado y común. Que cargan ceniza de incertidumbre y de oscuridad.
Como se repite cada año y parodiando el espíritu de la Biblia, es tiempo de pensar en nuestras limitantes y debilidades humanas para eludir la carroña y el detritus que ensombrecen. De asumir con responsabilidad el trabajo de quienes ejercen el ministerio de la política. ¿Qué pecados han cometido?
Sería como una reflexión en grande sin arrepentirse de los daños derivados por el mal ejercicio de un poder fatal. Convertido en mercancía, Sin sensibilidad hacia la comunidad depositaria de su voto. Que lacere al victimario. Tiempo del perdón por los daños irreparables.
Un pacto para comprometerse con otras tablas políticas que enseñen y formen.
No basta la confesión de sus nefastos pecados sino la conversión oportuna.
Reparar el verbo de esta Semana Santa no como un sacrificio sino como necesidad humana de limpieza. De conversión pura, de aliento, de esperanza por una sociedad martirizada por copítulos diversos de perplejidad política.
Sin compromiso alguno sino de arrepentimiento. En sentir pasión por lo que hacemos. La muerte que en vida tenemos por las omisiones. La necesidad de resucitar con esperanza y fe. Con otros motivos como alicientes de una vida reparada. Debemos mantener una necesidad intacta de resurrección. Entrar en nuestras almas y reparar los abismos interiores. Las imperfecciones humanas.
No queremos políticos golpeados en las urnas como castigo a sus falsedades. A sus ausencias de poder o a los cabildeos en desmedro del pueblo. Que no se lleven de espinas. Para que no carguen cruces o coronas
Queremos una política que resucite al hombre. Que sintamos nuevos valores para su ejercicio. Construir para el Ser y no para el Hacer.
Debemos abrir la puerta para que entre un fresco en los directorios políticos y se energicen de mejores ciudadanos.
Al fin de cuentas la política es para el Hombre. La sociedad necesita la esencia fina del poder.
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